viernes, 18 de mayo de 2012


Bien... ¿y ahora...qué? ¿Doy un paso más? ¿Espero otro poco? ¿Hice bien en decir/hacer esto? ¿Qué debería hacer? ¿Qué haría otro en mi lugar? ¿Qué hago ahora? ¿Qué quiero ahora? ¿Qué quieren los demás? ¿Qué pensarán si...? ¿Qué pasaría si...? ¿Que hubiera pasado si...? etc, etc...
Algo así pasa todo el tiempo en mi cabeza... Cuestionando todo, dudando de todo. Y por ende, también, haciendo muy poco.

Es por eso que a veces pienso que mi mente es mi peor enemiga...

Pero tal vez sea una conclusión muy apresurada. Ya que, pensándolo bien, hay un rival que le da mucha batalla en esta disputa, o tal vez trabajen juntos en este objetivo que parece ser boicotear mis acciones... Y ese “rival-aliado” es el TIEMPO.

Sí, ese tiempo que se hace manifiesto en relojes y calendarios... Ese tiempo que se encarga de organizar tu vida con números, dividiéndolas en años, días, meses, horas, minutos, etc, etc...
Ese tiempo que de una u otra manera te limita. No te deja ser libre. ¿O acaso nunca te dijeron que “llegaste tarde”, que “es temprano”... O que sos chico para tal cosa, o que estás viejo para tal otra?
El tiempo está siempre presente en todo momento de nuestras vidas, y todo está ordenado, centrado en torno a ese eje. Horarios de estudio, horarios de trabajo, de encuentros, de comidas, plazos, períodos, vencimientos... y podría pasarme toda la madrugada enumerando cosas como éstas.

Pero además de ordenar nuestras rutinas, que a veces tanto nos fastidian, o quizá ya estemos acostumbrados, también influye en todo lo demás. El tiempo parece juzgarlo todo. Seguramente habrás sentido muchas veces que el tiempo se lleva muchas cosas, que nada es eterno, que las cosas cambian, que a veces no haber hecho algo en un “cierto tiempo” te imposibilita otras cosas después, al igual que las acciones “apresuradas” y tantas infinidades más. Parecería que hay un “tiempo estipulado” para todo. Y creo que no debería ser tan así, lo que sí sé es que sea como sea no se puede parar el tiempo y mucho menos hacerlo retroceder. El tiempo que se perdió, se perdió. Lo que se hizo, hecho está. 

Pero aún conciente de todo esto, incontables veces me detuve a pensar en el pasar del tiempo, y sin embargo, ahí sigo, inmovilizada, mirando correr al reloj...

Quizás no soporte que le ponga ese límite a mi “libertad”, tal vez no soporte saber que es algo cuyo control esté fuera de mi alcance, quizás me enoje que el control esté en algo externo, medido, y tan “perfecto”, tal vez quiera romper con todos esos esquemas, quizás no soporte cumplir reglas, pero sin embargo, como todos, me someto a ellas. Lo sufro, pero me someto al fin.

Si pudiera tener un tiempo totalmente mío, de seguro sería tan ciclotímico, complejo, desordenado, desprolijo, y heterogéneo como yo.


Si por mí fuera, algunos días tendrían más horas, otros terminarían más temprano. Cosas se darían rápido, otras quizás más lentas. Cosas que duran mucho quizás se volverían efímeras... Y el famoso “lo bueno dura poco” tal vez no se cumpliría...


De todas formas, creo que toda cosa tiene su "lado negro" y su "lado blanco". Y así también, el tiempo debe tener sus cosas buenas.

Por eso aclaro, no es que lo vea todo oscuro, sino que, al menos hoy, mi vista se dirige al medio vaso vacío.